Cuento La Ratita Presumida, una simpática historia y más

El cuento La Ratita Presumida es muy popular. En él, la protagonista es una ratita o también llamada ratoncita que se deja llevar por las apariencias. Muchos animales quieren casarse con ella, pero sólo uno lo logra. Sigue leyendo para que sepas cuál tuvo éxito.

cuento la ratita presumida

Cuento la ratita presumida

Había una vez, una linda ratoncita que se encontraba limpiando y barriendo en su casa. De pronto, encontró una moneda. La ratita se emocionó mucho y comenzó a pensar cómo podía gastarla. Mira aquí también el cuento de el gato y el ratón.

¡Ay, qué alegría! ¡Por fin podré comprarme algo muy rico, o muy bonito! ¿Pero, qué podrá ser? Podría comprarme unos dulces… pero, mejor no, porque me dañarán mis dientitos.

Ya sé, mejor me compro unas deliciosas pizzas… No, eso tampoco, porque después me va a doler la panza. ¡lo tengo! ¡Me compraré una hermosa cinta para hacerme lazos! – Dijo la ratita.

En efecto, fue a comprarse la cinta roja más bonita de la tienda. Con ella, se hizo un gran lazo para su cabeza y otro más pequeño para la punta de su colita. La ratita se sentía tan radiante que decidió ir a sentarse frente a su casa para que todos los que pasaran, pudieran admirarla.

Como era de esperarse, muy rápido se corrió la voz de que la ratita estaba muy hermosa, y todos los animales solteros de la zona fueron a verla. El primero en aparecer fue el gallo, que le dijo: ¡Qué hermosa estás, ratita! ¿De casualidad te gustaría casarte conmigo?

¿Y qué me dirás por las noches? – le preguntó la ratita. El gallo sacudió su enorme cresta y cantó orgullosamente: ¡Kikirikiiii!. Pero la ratita se sobresaltó y le dijo: ¡Uy, no, que me vas a asustar!

El gallo se fue desanimado. Al poco rato, apareció el cerdo. Luego de ver lo hermosa que estaba la ratita, le comentó: Hola, ratita. Veo que estás muy hermosa. ¿Te gustaría casarte conmigo?. La ratita le hizo la misma pregunta que al gallo: ¿Y qué me dirás por las noches?

El cerdo tomó aire y contestó: ¡Oooinc, ooinc, ooooinc!. La ratita hizo un gesto de desagrado y le dijo: Mejor que no, señor cerdo, porque me asustará. Este pretendiente también siguió su camino, aunque visiblemente ofendido.

Fue el turno entonces del burro. Éste le dijo: Hola, linda ratita. ¡Qué linda que estás! ¿Qué te parece si te casas conmigo?. La ratita suspiró con fastidio, pero igual decidió preguntarle: ¿Y qué me dirás por las noches?

¡Ijóoo, ijóo, ijóoo!. Dijo el burro alegremente. La ratita estuvo a punto de taparse los oídos y le dijo: No, no, no, nada de eso, que me vas a asustar. El burro se entristeció y también se fue.

Minutos después, apareció un sapo. Muy galante, le dijo a la ratita: Linda ratita, tu belleza es más deslumbrante que la luna y las estrellas. ¿Me harías el honor de casarte conmigo?. La ratita se sintió muy halagada, pero de todas formas le preguntó al sapo: ¿Y qué me diría usted en las noches, señor sapo?

¡Croac, croac, croac!. Le respondió el sapo, hinchándose cada vez que croaba. Esto le pareció sumamente repulsivo a la ratita, por lo que inmediatamente le dijo: ¡Noooo, que me voy a morir del susto!. El sapo se molestó y siguió su camino.

Ya estaba perdiendo la paciencia la ratita, cuando vio acercarse a un perro. Pensó que tal vez éste sería un buen partido, ya que los perros tienen fama de ser muy fieles. El perro llegó frente a ella y le dijo: Guau, ratita, qué bonita te ves. Cásate conmigo, ¿si?. Sin preámbulos, la ratita preguntó: ¿Qué me dirás tú por las noches?

El perro respondió alegre: ¡Guau, guau, guau!. La ratita ni siquiera lo pensó y le contestó fastidiada: No, no, que voy a pasar la noche asustada.

La ratita sentía que no lograría encontrar a nadie digno de su belleza. En eso pasaba por allí un ratoncito que vivía en una cueva cercana. Al ver a la ratita, la saludó: ¡Hola, vecina. Qué bien le quedan esos lazos!. La ratita, que ya estaba acostumbrada a él, le dijo con desdén: Gracias vecino, pero no puedo entretenerme hablando contigo, porque estoy muy ocupada.

El ratón se disculpó y siguió su camino, cabizbajo. En el camino, vio que del otro lado de la calle pasaba un gato, en dirección a donde estaba la ratita. El ratón, sospechó de sus intenciones y se quedó cerca para ver qué pasaba.

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El gato llegó muy meloso a saludar a la ratita: ¡Pero qué guapa estás, ratita! ¡Hasta se me antoja pedirte que te cases conmigo!. La ratita, sonrojada, le preguntó: ¿Y qué me dirías en las noches, gato?. Éste, ronroneó con inocencia: Miau, miau miaaauu… ratoncita linda.

La ratita encontró el sonido del gato muy adecuado para las noches, así que aceptó casarse con él. El gato quiso agasajar a la ratita en la noche previa a la boda, con una cena romántica en el bosque. Se encontraron y mientras el felino preparaba una fogata, la ratita quiso preparar el banquete.

Cuando abrió la cesta para sacar el mantel y los alimentos, se dio cuenta de que estaba vacía. ¿Qué ha pasado con la cena? ¡Aquí no hay nada!. Dijo alterada la ratita. El gato se dio vuelta y mostrándole sus enormes colmillos en una gran sonrisa, le dijo: ¡Eso es porque la cena eres tú, ratita!. Y se fue sobre ella.

Por suerte para la ratita, su vecino el ratón, había estado husmeando por los alrededores, porque desconfiaba del gato. En lo que vio las verdaderas intenciones del prometido, rápidamente cogió una rama y le prendió fuego. El ratón se lo acercó a la cola del gato, quien al sentir que se quemaba, salió maullando despavorido.

La ratita vio a su salvador y lo abrazó con fuerza. Le dijo: ¡Gracias ratoncito, me has salvado la vida!. El ratoncito, sintiéndose muy valiente, le contestó: De nada, ratita. Mi instinto me decía que corrías peligro y no podía dejar que nada te pasara. Me gustaría cuidarte siempre. ¿Te gustaría casarte conmigo?

La ratita reflexionó en sus palabras y sin embargo le dijo: ¿Y qué me dirías por las noches, ratoncito?. A lo que éste contestó: No te diría nada, ratita, para que pudieras descansar. Yo también me dormiría y soñaría contigo. La ratita vio que sus palabras eran honestas y aceptó casarse con él.

Muy pronto se casaron y ambos ratoncitos se cuidaron mutuamente y vivieron felices.

Fin.

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Comprensión lectora del cuento La Ratita Presumida

Después de leer el cuento la ratita presumida con tus niños, puedes conversar con ellos para ver qué fue lo que más les gustó. También les puedes preguntar qué aprendieron. Fíjate también en este cuento de los tres cerditos.

El cuento la ratita presumida parece muy sencillo, sin embargo puedes obtener información sobre lo que opinan los pequeños con estas preguntas:

  • ¿Qué se compró la ratita con la moneda?
  • ¿Qué animales fueron a pedirle matrimonio?
  • ¿Por qué la ratita quiso casarse con el gato?
  • ¿El gato tenía buenas intenciones con la ratita?
  • ¿La ratita trataba bien al ratoncito?
  • ¿Por qué la ratita decide casarse con el ratoncito?

Estas preguntas pueden darte un punto de partida para iniciar una conversación basada en el cuento la ratita presumida. Recuerda que todo debe fluir con naturalidad, para que los niños no se sientan evaluados. No hay respuestas buenas o malas. Deja que los infantes den su punto de vista y refuérzales el valor de ver más allá de las apariencias.

¿Qué enseña este cuento?

El cuento la ratita presumida nos muestra a una ratita o ratoncita con una actitud engreída y vanidosa. Por eso sentía que no había quien fuera lo suficientemente digno para estar con ella. Lamentablemente, en la vida real, hay muchas personas que piensan así, tanto hombres como mujeres.

Con este cuento, se les enseña de forma inversa a los niños, la importancia de la modestia y la humildad. Igualmente se pone de manifiesto la tolerancia. Este es uno de los valores más importantes para vivir en sociedad. Todos somos diferentes y nadie debe rechazar ni discriminar al otro por eso.

En este sentido, tampoco es adecuado juzgar a las personas sólo por su apariencia, o su forma de hablar. Muchas veces las cosas no son lo que parecen y podemos llevarnos sorpresas desagradables. Eso fue lo que le pasó a la ratita con el gato. Por suerte para ella, el ratón sí supo ver que el gato en realidad quería causarle un daño a la ratita, mientras ella no se daba cuenta.

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Obviamente, esto no es algo que se aprende a identificar tan fácilmente. Por eso es importante enseñarle a los niños que tengan cuidado y no confíen en los extraños. En este caso se cumple el dicho que reza: Caras vemos, pero corazones, no sabemos.

Finalmente, te invitamos a leer otros cuentos con valores que tus hijos disfrutarán mucho. Como complemento, este cuento de la tolerancia.

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