Cuentos de terror cortos para niños, descúbrelos aquí

Los cuentos de terror cortos para niños son una excelente forma de divertirse y pasar el rato en familia. Brujas, trolls, monstruos y mucho más en estas historias que les encantarán a tus pequeños. Sigue leyendo para que también te entretengas con estos cuentos de terror cortos para niños.

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6 Cuentos de terror cortos para niños

A continuación te presentamos una lista de 6 cuentos de terror cortos para niños. Son historias breves que te permitirán pasar un momento emocionante con tus hijos. A través de estos cuentos de terror cortos para niños, podrán acercarse a otras emociones y sensaciones como el suspenso. Lo mejor de todo, es que cada relato tiene una enseñanza que será muy buena para los más pequeños de la casa.

Para complementar estos cuentos de terror cortos para niños, también te puede interesar el clásico cuento de los hermanos Grimm, con niños, dulces y bruja incluida: Hansel y Gretel.

El hechizo de la bruja

En una noche fía, muy oscura y silenciosa, había una bruja que se encontraba preparando un hechizo. Tenía su caldero al fuego y mientras hervía el contenido, la bruja repasaba todos los ingredientes:

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  • El escupitajo de un murciélago
  • Caca morada de sapo
  • Garras de araña
  • Orina de bruja vieja
  • Grito de horror de un niño en la noche

De todos esos ingredientes, la bruja se dio cuenta de que todavía faltaba el último de la lista. Le había costado mucho conseguir un verdadero grito terrorífico, que hubiera lanzado un niño en medio de la noche.

Había intentado colocar arañas en las habitaciones de algunos pequeños, sapos en otras, pero nada funcionaba. Ya los niños no se asustaban. Sin embargo, esta bruja no se daba por vencida. Estaba decidida a completar su poción. Salió volando en su escoba y sacó unos polvos de sus bolsillos. A medida que sobrevolaba la ciudad, arrojaba los polvos y recitaba un hechizo misterioso.

De pronto, la apacible ciudad se transformó. Las flores se volvieron todas negras, enormes telarañas cubrían las puertas y ventanas de las casas y la gente se llenó de verrugas verdes. A algunas personas incluso les salieron colmillos y se llenaron de mucho pelo.

La bruja estaba esperando el primer gran grito de horror, pero no sucedió. Algo había salido mal. La gente comenzó a salir de sus casas y ver a su alrededor, pero no se asustaron. Como vieron que todos lucían muy parecidos, siguieron con sus vidas normales.

La bruja se molestó mucho, porque no había logrado conseguir el último ingrediente a pesar de sus esfuerzos. Si no completaba la poción, no podría convertirse en una bruja sabia y subir de nivel. De repente, en plena noche, la bruja escuchó un grito desgarrador emitido por un niño. Era un sonido lejano, pero ella se apresuró a sacar su botella para atrapar el grito y se fue volando en la dirección de donde lo escuchaba.

Llegó a un bosque y se preguntó cómo era posible que el grito surgiera de allí, porque su hechizo no había llegado hasta ese lugar. Cuando vio al niño que había gritado, lo encontró muy asustado, sentado a los pies de un árbol. Al ver a la bruja, el niño se contentó mucho y le dijo: ¡Señora! ¡Qué bueno que ha llegado! Por favor, necesito su ayuda.

Claro que te ayudaré, pero primero debes decirme qué fue lo que te asustó tanto. ¿Acaso viste un terrible monstruo o animal? Le respondió la bruja. No, señora, lo que me ha asustado es que me quedé dormido y ahora desperté y me di cuenta de que estoy solo y perdido. Contestó el pequeño.

La bruja se quedó un rato pensativa y le dijo: Bueno, no te preocupes. Yo soy una bruja y tengo mi escoba. Súbete y te llevaré a tu casa. Puedes confiar en mi palabra. El niño se contentó y se fue con la bruja. Ésta lo dejó en su casa, tal como había prometido. De prisa, se fue a terminar la poción, con el grito que había recogido por fin.

En el camino, iba pensando que todo lo que había sucedido y reflexionaba así: No importa cuántos monstruos, arañas, esqueletos o sapos aparezcan, pues lo que verdaderamente asusta a un niño, es sentirse solo y abandonado.

Una noche de tormenta

Recuerdo aquella tarde con su fuerte tormenta. Mis padres no se encontraban en casa, porque habían ido a comprar algunas cosas, así que yo estaba sola. Me puse a ver televisión, pero como es típico en los momentos de tormenta, sólo encontré películas de terror.

Cambiaba los canales y sólo había zombies, vampiros, monstruos y criaturas desagradables. Preferí dejar un canal de variedades para tener un ruido de fondo, luego tomé un libro y comencé a leer.

Un grito desgarrador me sacó de mi lectura. Cuando vi el televisor, aparecía en la pantalla una chica que quería escapar sin éxito de un vampiro que la perseguía. De pronto sonó el reloj. Ya había caído la noche y yo seguía sola en casa.

La película que estaban pasando no me asustaba, porque yo sé que los vampiros en realidad no existen. Sin embargo, me hacía sentir incómoda, así que fui a buscar mi teléfono para llamar a mis padres. Hice varios intentos con mi madre, pero nunca contestó. Lo intenté también con mi papá, pero tampoco atendió. Ya había pasado un buen rato, desde la última vez que había visto el reloj. Me estaba preocupando.

En ese momento escuché un ruido en la cocina. Dudé un poco antes de ir a ver qué era lo que sonaba, pero me armé de valor y fui a averiguar. En el camino, iba encendiendo todas las luces que encontraba en la casa.

Llegué a la cocina y revisé en diferentes rincones, hasta que me di cuenta de que la ventana estaba mal cerrada y el viento la empujaba. ¡Qué tonta me sentí! Cerré bien la ventana y me fui de nuevo al sofá para seguir leyendo.

Me fijé nuevamente en el reloj y ya había pasado otra hora. Pensé en esperar un rato más antes de llamar de nuevo a mis padres. Mientras tanto, veía como la tormenta era cada vez más fuerte afuera. En la televisión, seguía la transmisión de películas de terror. Yo trataba de mantenerme serena, pero justo en ese momento hubo un trueno que sonó muy fuerte. Al instante se fue la luz.

De prisa fui a buscar una linterna, porque la tormenta estaba asustándome cada vez más. Vino el relámpago y por unos segundos la casa se iluminó. Para mi mayor sorpresa, en ese momento vi dos figuras paradas en la puerta. Se veían encorvadas, mal arregladas y con algo en las manos. Me asusté de verdad y hasta grité.

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Corrí a mi habitación, buscando un lugar donde pudiera esconderme. En el camino agarré un jarrón para defenderme. Sabía que probablemente no me iba a servir de mucho, pero al menos me ayudaría a ganar tiempo de escapar, si lograba atinarle a la figura de la puerta.

Escuché pisadas en dirección a mi cuarto. Se notaba que tenían los zapatos mojados. Yo estaba en una esquina, cuando escuché girar el pomo de la puerta. Apareció entonces la figura misteriosa y encendió la luz. Entre tanto susto, no me había dado cuenta de que ya había vuelto la electricidad.

En la puerta de mi cuarto se encontraba mi madre, con las ropas mojadas y el cabello desarreglado por la tormenta. Todavía llevaba en las manos las bolsas de la compra. Cuando me vio asustada y con el jarrón en la mano, me lo quitó y riéndose me dijo: ¡Ay, Carolina, por favor! ¿De verdad todavía crees en los fantasmas?

Cuentos de terror cortos para niños: Los trolls

Pedro era un chico de 5 años que nunca le obedecía a sus padres. Todos los días, éstos tenían que lidiar con él para que se lavara los dientes, tomara un baño o guardara sus juguetes regados por la casa. Pedro sólo respondía gritando, haciendo pataletas o metiéndose bajo la cama para que no lo llevaran a la ducha.

La abuela de Pedro, viendo toda la situación, decidió intervenir. Le dijo al niño: Pedrito, no es bueno que te sigas comportando de esa manera. Te pueden pasar cosas terribles si sigues siendo desordenado y sin ducharte o lavarte los dientes. Cada vez vas a estar más sucio, tendrás muy mal olor y estarás muy feo.

¡Ay, abuela! ¡Pero qué cosas estás diciendo! Se burlaba Pedro sin hacerle caso. De verdad, mi niño, yo te quiero mucho y por eso te digo esto. No quiero asustarte. Pero si no prestas atención a tu higiene, el cuerpo se te va a deformar, te cubrirá un pelaje negro y duro y tu piel se tornará verdosa como el agua estancada. Tendrás el aspecto de un troll. Continuó la abuela.

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Pedro se mofaba de lo que su abuela le decía. Ella insistía en que esas historias eran ciertas, pues en el pueblo en donde vivía cuando era niña, llegaron a desaparecer varios niños que eran muy descuidados. La gente decía que los trolls se los habían llevado a las montañas, para vivir en cuevas de tierra y moho.

Como el pequeño Pedro siguió sin tomarla en serio, ella se limitó a decirle tristemente: Ojalá y logres entender que estás en peligro antes de que sea demasiado tarde, Pedrito. En cualquier momento vendrán los trolls en la noche, para llevarte con ellos porque tu mal olor los guiará.

Esa noche Pedro se fue a la cama sin ducharse ni lavarse los dientes, como ya era costumbre. Cerca de la madrugada, lo despertaron unos ruidos extraños. Escuchaba cuchicheos que no lograba entender, porque eran voces muy extrañas.

Un terrible olor le llegó de debajo de la cama. Pedro se incorporó asustado y tapándose la nariz, cuando divisó en medio de la oscuridad de su habitación, unos pequeños ojos amarillentos que lo miraban desde los rincones.

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De un salto se levantó y quiso salir de su habitación, pero sintió un tirón de su pierna y le cerraron la puerta. Los pequeños trolls lo sacaron hábilmente por la ventana y se lo llevaron. El niño gritaba y lloraba, pensando en las palabras de su abuela.

Pasaron sobre un charco de agua en la calle y vio un reflejo de las pequeñas criaturas verdosas, peludas y apestosas que cargaban a otra muy parecida a ellos, pero con cara de niño. ¡Ese no podría ser él! ¡No se había dado cuenta de la transformación! Pero de nada sirvió llorar y patalear, porque igual se lo llevaron al bosque.

Cuentan los mayores, que de vez en cuando se ven pequeñas figuras verdosas asomándose a las ventanas de los niños en la noche, atraídos por los malos olores y el desorden de las habitaciones. Son los trolls, que están buscando chiquillos descuidados con su higiene y que no hacen caso a sus padres, para llevárselos al bosque.

Así que es mejor obedecer a papá y mamá, así como ducharse y lavarse los dientes, para que nunca recibas la desagradable visita de los trolls.

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La pesadilla de Ernesto

Ernesto se fue a dormir una noche, pero pronto comenzó a soñar con monstruos terribles. Comenzó a llorar, hasta que su papá llegó a ver qué le sucedía. Es que tengo muchas pesadillas, papá. Dijo el niño. Su padre le dio un beso y le acarició el cabello. Esperó a que Ernesto se durmiera de nuevo y se marchó.

Al cabo de un rato, Ernesto comenzó a llorar de nuevo. Esta vez fue su hermana mayor quien le preguntó qué pasaba. No puedo dormir bien, porque entonces aparecen muchos fantasmas en mi cuarto. La hermana le dio un abrazo y le cantó una canción de cuna. Cuando el niño estuvo dormido de nuevo, la chica se fue a su habitación.

Poco tiempo después, el llanto de Ernesto despertó a su madre. Cuando ésta apareció en el cuarto, el niño le dijo entre sollozos: Mami, mami, veo cosas muy feas en mis sueños, tengo mucho miedo. La mamá le dio un vistazo a la habitación y a la cama de Ernesto.

En eso le dijo: Ya sé lo que pasa hijo. Es que estás usando la almohada de los sueños y la tienes del lado de las pesadillas. Sólo hay que darle la vuelta para que tengas sueños bonitos. Giraron la almohada y la madre le dio un beso a su hijo. Ernesto se durmió de inmediato y comenzó a soñar con cosas hermosas.

El monstruo del armario

Brenda estaba obsesionada con su armario. Todas las noches, cuando su madre apagaba la luz, la pequeña Brenda se quedaba mirando la puerta entreabierta del guardarropa, porque sentía que algo la veía desde allí. Pero esto sucedía sólo cuando la niña se iba a dormir, porque durante el día, el armario únicamente servía para guardar la ropa.

Cierta noche, Brenda tomó la decisión de averiguar si sus sospechas eran ciertas. Cuando su madre apagó la luz y se fue a dormir, la niña se levantó de su cama y se dirigió al armario. Una vez en la puerta, saludó con educación: Buenas noches… ¿hay alguien allí? No recibió respuesta, pero entonces abrió más la puerta y se metió en el armario.

Se sentía tonta entre su ropa colgada, pero, de repente, la puerta del armario se cerró tras ella. En medio de la oscuridad, Brenda vio lo que parecía un oscuro pasillo, cuyo final estaba iluminado. Asustada, pero valiente, Brenda siguió el camino que llevaba hasta la luz. Una vez allí, se encontró con un jardín soleado. Había casas pequeñas sobre los árboles y también diferentes juguetes en el suelo.

Brenda sintió que le tocaban un hombro desde atrás y cuando giró para ver qué había sido, se encontró con una criatura de aspecto gelatinoso y morado que la miraba con grandes ojos. Gritó del susto, pero fue sólo por unos segundos. Rápidamente reconoció los ojos que en algún momento le había parecido ver a lo lejos en el armario.

Salió corriendo, sin dejar de echar miradas hacia atrás, pero entonces chocó con un árbol y se desmayó. Despertó en una habitación parecida a la suya, pero con muchos colores vivos y juguetes en el suelo.

De pronto vio al monstruo que se le acercaba despacio y le decía: Lamento haberte asustado, no era mi intención. Esta es mi habitación. Se parece un poco a la tuya, como ves. A veces me gusta ver tu habitación desde el armario, para tomar ideas de decoración para mi casa. Me gustan mucho tus dibujos y juguetes.

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Brenda estaba sorprendida, pero ya se le había pasado el miedo. El monstruo le dijo finalmente que podía visitarlo siempre que quisiera, porque él sería su amigo. Sólo tenía que seguir el camino que se encontraba en el armario. Desde ese momento, Brenda no tuvo más miedo del armario, porque sabía que del otro lado estaba su amigo.

El perro aterrado

Kutta era un perrito que vivía en las calles. Como no tenía casa ni dueño, su vida consistía en vagar libremente por donde lo llevaran sus patitas. Le gustaba olfatear todo lo que se topaba y dejar volar su imaginación. Siempre pensaba lo mejor de todas las situaciones, lo cual le permitía vivir con cierta tranquilidad.

Así, cuando veía que un niño arrojaba al aire un palo, Kutta pensaba que en realidad se lo lanzaba a él para jugar. Si una mujer echaba a la calle las sobras de una comida y el perrito estaba por ahí cerca, pensaba que era para él. Se decía a sí mismo: ¡Qué mujer tan bondadosa! Ha visto que tengo hambre y me ha dejado parte de su comida para que yo pueda comer.

Cierto día, Kutta pasó por una zona donde todas las casas se veían muy bonitas. Iba admirando una y otra al pasar por el frente, hasta que vio a un lado de la calle un maravilloso jardín. Al acercarse más, vio que la reja estaba abierta. El perrito entró, dejándose llevar por la impresión de todas las flores espléndidas del jardín.

Esto debe ser una especie de paraíso en la tierra, si es que no he muerto. ¡Nunca había visto un lugar tan limpio y bonito!. Decía Kutta. Siguió recorriendo el jardín, admirando todo en el lugar. De pronto, giró por unos arbustos y ante él apareció una enorme mansión de mármol.

Kutta se quedó boquiabierto. Se dijo: ¡Sin duda aquí debe vivir alguien muy importante! Será un príncipe o una princesa… Quien sea debe ser muy feliz en este lugar, sin que nada le falte.

El perrito se acercó a la edificación y pisó las escaleras de la entrada para observar mejor la puerta ornamentada. En eso, se percató de que ésta también estaba abierta. Como no parecía haber ninguna prohibición de entrada, ni nadie asomado, Kutta decidió entrar a dar un vistazo rápido.

Se impresionaba con las obras de arte y las altas paredes de la casa, hasta que llegó a un salón con muchos espejos. Kutta nunca había visto un espejo, por lo que al ver que de pronto estuvieron frente a él un montón de perros mirándolo, se sintió intimidado y mostró los dientes para defenderse. Todos los perros le respondieron con el mismo gesto.

Presa del pánico, el pobre Kutta se encontró paralizado, así que optó por gruñir. Lógicamente, los “demás perros” también lo hicieron, así que Kutta pensó en huir. Se dio cuenta de que estaba a poca distancia de la puerta y en un movimiento ágil, se escabulló a toda prisa. Corrió y corrió, pero ya en el jardín, vio que nadie lo perseguía.

Sorprendido, al igual que aliviado, Kutta se fue pensando que a esos perros no les tenían permitido salir de la casa. Estaba convencido de que todos eran de verdad. Esto era una lástima, porque si se hubiera dado cuenta de que en realidad eran reflejos de él mismo, podría haber seguido disfrutando de la mansión.

Muchas veces creemos que sabemos algo y resulta que en realidad no es así, ya que las cosas no siempre son lo que parecen.

¿Por qué narrar cuentos de terror cortos para niños?

Si hay una actividad fácil y recreativa par compartir con los chiquillos, es narrar cuentos de terror cortos para niños. A la mayoría de los pequeños les encantan, y tú como padre o educador, también lo disfrutarás mucho. Aquí tienes otra opción si lo que quieres es un cuento de brujas y magia: el cuento del mago de Oz.

Una sugerencia es que leas los cuentos de terror cortos para niños antes de contárselos. De esta manera podrás interpretar mejor los personajes y atrapar la atención de tus hijos. Luego puedes hacer ejercicios de comprensión de los cuentos, en una conversación relajada.

Finalmente, los cuentos de terror cortos para niños son geniales para una fiesta de pijamas infantil. No descartes esta opción y menos si estás pensando en celebrar Halloween. Los gritos y la diversión estarán garantizados. Puedes complementar esta fiesta de cuentos de terror cortos para niños con una calabaza de Halloween.

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